la cohesión profesional entre las distintas especialidades de intervención clínica y social permite fortalecer las actuaciones desde todas las áreas de intervención en la neurorrehabilitación, para conseguir los objetivos personalizados.
Cristina

Ricardo

Leticia

José

Carolain

Manuela

Beatriz

Rehabilitación más allá del movimiento
Desde el área de Fisioterapia evaluamos y tratamos las secuelas sensoriomotoras derivadas de un daño cerebral, así como problemas respiratorios o de suelo pélvico con el fin de que el paciente alcance la mayor autonomía posible. A través de abordajes especializados en fisioterapia neurológica se tratan problemas de movilidad, control postural, equilibrio, marcha, dolor, manipulación, sensibilidad… además de asesorar a las familias sobre el manejo en los cambios posturales y consecuencias nocivas como hombros dolorosos.
Recuperando Roles
Desde el área de Terapia Ocupacional se persigue la adquisición del mayor grado de autonomía personal posible en las actividades de la vida diaria. Para ello se trabaja a través de la ocupación, sobre las secuelas sensoriomotoras, cognitivo-perceptivas y psicosociales que hayan podido quedar después del daño cerebral adquirido, y se valora y asesora dentro del contexto ocupacional en lo relativo a productos de apoyo y adaptaciones del entorno domiciliario y comunitario que pueda precisar la persona.
Participación y Comunicación
Desde el área de Logopedia se abordan los trastornos de comunicación, deglución y alteraciones orofaciales. Tras un daño cerebral nos encontramos con múltiples secuelas cognitivas y de lenguaje que pueden afectar a la calidad de vida del paciente, algunas de ellas son: alteraciones en el lenguaje (oral, escrito y gestual), alteraciones en la voz, disfagia, paresias faciales…
La cognición como motor de la acción
Desde el área de Neuropsicología trabajamos sobre los procesos cognitivos, el aspecto conductual y el estado emocional del paciente. Tras sufrir un daño cerebral se pueden sufrir consecuencias como problemas en la memoria, labilidad emocional, déficit en la planificación, trastornos atencionales… que gracias a la intervención individualizada se pueden mejorar.
A día de hoy, los ictus son la primera causa de discapacidad en el adulto. Es importante conocer los signos en los que se manifiesta para acudir a urgencias lo más rápido posible. Éstos pueden incluir un dolor súbito de cabeza o incluso pérdida de conciencia, dificultades en el habla o debilidad en un brazo o pierna, problemas de vista, oído, tacto…
Se clasifican en dos tipos de ictus: isquémicos o hemorrágicos. Dependiendo de la localización y extensión de la lesión, los síntomas variarán desde sólo alteraciones cognitivo-conductuales, del habla, de movilidad, o una suma de todas ellas.
El daño que sufre el cerebro tras un TCE se debe, por una parte, a la zona del trauma (contusión, fractura craneal) y por otro lado a las lesiones secundarias originadas por la primera (hemorragia, edema, aumento de presión).
Por todo ello, los síntomas no serán sólo motores, los cuales podrán variar desde trastornos en la movilidad de ciertas partes del cuerpo, así como alteración en la sensibilidad, deglución, habla… También habrá funciones cognitivas y conductuales afectadas.
Con el objetivo de conseguir la mayor autonomía posible, la neurorrehabilitación dispone de métodos para ayudar a la persona afectada por un daño cerebral a optimizar la recuperación de sus funciones, potenciar sus capacidades conservadas y ayudarla a adaptarse a sus limitaciones.
Los síntomas que genera un tumor cerebral, ya sea uno propio del cerebro o secundario a otro en otra parte del cuerpo, dependerán del tipo, tamaño y ubicación del mismo.
Estos síntomas suelen aparecer de manera brusca y manifestarse con: convulsiones, pérdida de memoria, pensamiento lento, pérdida del lenguaje, alteraciones del comportamiento, pérdida de vista, alteraciones en la movilidad, vómitos… siempre dependiendo de la zona afectada.
La rehabilitación necesaria dependerá de los síntomas manifestados.
Síndrome caracterizado por la inflamación espontánea del cerebro y zonas a su alrededor, como las meninges o la médula. Esta inflamación puede ser provocada por diversas causas siendo la más común los virus. En los casos más graves puede dejar importantes secuelas como, por ejemplo, pérdida de la memoria, cambios mentales, déficits motores o alteraciones en el comportamiento.
La enfermedad de Parkinson es una enfermedad progresiva del sistema nervioso que afecta al movimiento. Los síntomas comienzan gradualmente. Los temblores (en reposo) son habituales, y son el síntoma principal de alarma de la enfermedad aunque ésta también suele causar rigidez o disminución y enlentecimiento del movimiento, así como cambios en la postura que desencadenan alteraciones en el equilibrio.
Este tipo de daño neurológico es una consecuencia de una lesión en los nervios situados fuera del cerebro y la médula, que son los transmisores de información entre aquellos y el resto del cuerpo. Ésta puede ser una lesión traumática, infecciones, problemas metabólicos, causas hereditarias y exposición a toxinas. Una de las causas más comunes es la diabetes.
Los síntomas aparecen generalmente en manos y pies y los pacientes sufren debilidad, entumecimiento y dolor descrito como punzante. Estos síntomas pueden mejorar con tratamiento, siempre que la afección sea tratable.
Las EN incluyen un conjunto de más de 150 enfermedades neurológicas, en su mayoría progresivas y de origen genético que afectan a los nervios que controlan los músculos voluntarios, provocando pérdida de fuerza muscular y degeneración del conjunto de los músculos y nervios que la controlan.
Son enfermedades sin cura en las que la rehabilitación va dirigida, sobre todo, a mejorar la calidad de vida del paciente, evitando dolores y deformaciones y manteniendo la función motora estable el mayor tiempo posible. En fases avanzadas ésto incluirá la función respiratoria.